jueves, junio 20, 2013

Ensayo


Por Madeja Lazos.
Con fotografías de Jonay.
 

LA BELLEZA ENTRA POR LOS OJOS        

¿Te has visto al espejo?, ¿qué te parecen tu nariz, tu boca, esa longitud de tu cuello, la caída de tus hombros, tu talle? No, no continuaré, quizá no te veas más que de prisa, lo indispensable para darle un paseo al peine cada mañana, para no “espantar”. O, tal vez eres agraciado y lo notas porque te miran y te sonríen, porque tienes suerte en el amor. “Ser feo no está de moda” dicen, México ocupa los primeros lugares en cirugías de nariz y en Japón se occidentalizan los ojos y en otra parte del mundo se rompen los huesos de las piernas para alargarlas con implantes. En un mundo que hace culto al cuerpo, el gordo quiere ser flaco; el flaco, no quiere ser gordo pero sí tener musculatura; la rubia se broncea, la morena usa aclarantes “para recuperar su tono original”, los bajitos usan tacones disimulados y las altas se joroban. Total, muy pocos satisfechos y el sol sigue saliendo cada mañana y ni quien lo fume porque el baño, la ropa, el transporte, el mugre perro que se atravesó…
         La belleza entra por los ojos. Los enemigos del espejo no son más amigos de los charcos; bonitos y feos son distraídos y van dejando de ver lo que de bello se les puede presentar; a la larga, cuando se hacen viejos, dicen, el tiempo no perdona, la belleza es pasajera pues la piel se arruga, la cabeza se llena de canas, y el cuerpo se deforma. Sin embargo, hay ancianos bonitos que conservan un brillo especial en la mirada, algo que les suaviza las facciones, que hace esquicito el hueco de su boca sin dientes. Están llenos de belleza; no por su línea genética, su raza, ni la forma en que los trató la vida; sino por su manera de ver al mundo. El optimista ve el vaso medio lleno y el pesimista lo ve medio vacío; no importa, estos viejos vieron el  vaso a la mitad, se les antojó y se lo tomaron, sostuvieron el agua en su lengua, la sintieron bajar.

         Es muy aventurado exponer una teoría semejante, lo sé, tal vez sea solo un capricho, una justificación… pero es muy válido hacer el intento. Un día detenerse y ver el cielo, el pequeño brote que está saliendo en la banqueta, la hormiga; entonces quizá nuestra nariz chueca sirva para oler una rosa y ese cuerpo fofo que parece tan sin chiste pueda tirarse en el pasto y sentir la brisa, las hojas que caen. Entonces, sin necesidad de cirugías ni afeites, quizá seamos más bellos; como el agua, como el roble, como el viento.  
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué buenas fotos, la lectura está buena pero le falta profundidad, como que no te comprometes mucho con el tema.